UNA MIRADA HACIA LOS ACTOS DE HABLA DE JOHN SEARLE
Sulami García de la Cruz
Resumen
En el presente escrito, se persigue dar conocer y analizar las profundas reflexiones arribadas por el lingüista John Searle en su empeño por aclarar las erratas que pululan alrededor del estudio de los actos de habla. Lo primero a abordar es la diferenciación entre filosofía lingüística y filosofía del lenguaje. En el mismo orden pasamos a conocer el acto de habla como unidad comunicativa mínima, así como la tipología establecida por Searle sobre los mismos. Seguidamente, se aclaran distinciones entre ilocución y perlocución, denotación y connotación y significado y sentido, conceptos esenciales para comprender el acto comunicativo. Tras estas aclaraciones, reflexionamos a cerca de la teoría de la enunciación. Más adelante, es abordado el papel de la referencia y las predicaciones en los actos de habla. Por otra parte, se ofrecen detalles sobre los principios que propone el autor para los actos de habla. Finalmente, arribamos a algunas conclusiones a raíz del contenido global de dicho texto.
In the present writing, we seek to know and analyze the deep reflections arrived at by the linguist John Searle in his effort to clarify the errata that swarm around the study of speech acts. The first thing to address is the differentiation between linguistic philosophy and language philosophy. In the same order we go on to know the act of speech as a minimum communicative unit, as well as the typology established by Searle about them. Then, distinctions between ilocution and perlocution, denotation and connotation and meaning and meaning are clarified, essential concepts to understand the communicative act. After these clarifications, we reflect on the theory of enunciation. Later on, the role of reference and preaching in speech acts is addressed. On the other hand, details are offered about the principles proposed by the author for speech acts. Finally, we arrive at some conclusions as a result of the global content of said text.
Keywords: Act of speech, reference, preaching, enunciator, enunciator.
Los seres humanos al comunicarnos ponemos en evidencia diversas intenciones que pretendemos sean detectadas por nuestro interlocutor a fin de ser entendidos con eficacia. No obstante, pese a que en apariencias esta empresa parece sencilla, un análisis detenido de este proceso nos permite descubrir un mar de complejidades. De tales intrincaciones se han derivado múltiples teorías que sin duda han proporcionado valiosos aportes a los estudios lingüísticos, pero que también han dejado nebulosas sin resolver. Muchas de esas nebulosas giran en torno a los actos de habla. John Searle es uno de los lingüistas que con mayor empeño se preocupa por resolver estas dudas.
En su libro ¨Los actos de habla¨ Searle revela su propósito al plantear una serie de inquietudes filosóficas respecto al lenguaje, como son la relación de las palabras con el mundo, aquellos componentes que hacen que las emisiones verbales tengan un determinado significado, las intenciones con las que se emiten y la forma en que las calificamos. Como punto de preparación de su escenario de estudio, realiza una clara distinción entre filosofía lingüística y filosofía del lenguaje, atribuyéndole a esta última la descripción de los caracteres generales del lenguaje, término que utiliza indistintamente del de lengua.
Nuestro autor expone sobre qué tan confusos han sido para los estudios del lenguaje, como él le llama, conceptos como lo analítico y lo sinónimo. También muestra su preocupación ante los dudosos criterios de verificabilidad que han permeado los estudios lingüísticos, los cuales basados en el significado – concepto carente de claridad- han entorpecido considerablemente su comprensión. Es por ello que el referido lingüista manifiesta abiertamente su interés en la búsqueda de un criterio diferente, un criterio adecuado, pero ¿Qué es entonces lo adecuado? ¿Cómo sabemos que algo lo es? Searle opina que lo sabemos porque conocemos el concepto como consecuencia de ser hablantes de una lengua y que al hablar tomamos parte de una conducta dominada por reglas, así que las caracterizaciones son manifestaciones del dominio de dichas reglas. Con esta visión conductista, Searle deposita su confianza en la intuición del hablante.
Posteriormente, Searle justifica la importancia de estudiar los actos de habla, con la tesis de que el lenguaje consiste precisamente en estas realizaciones. Partiendo de esto, se muestra en contra de lo que tradicionalmente han sido consideradas como las unidades comunicativas, las palabras y las oraciones, y privilegia los actos de habla como unidad básica. En ese sentido, resulta difícil no coincidir con su apreciación, ya que una palabra u oración no puede constituir una instancia comunicativa si no prima algo más: una intención que haga que estas unidades, además de poseer significado, tenga sentido, pero ¿Qué es el sentido? ¿Qué es el significado? La teoría de la enunciación nos ofrece unas respuestas que veremos más adelante.
Por otro lado, tomando en cuenta que al emitir una expresión se realizan diferentes procesos, Searle señala tres géneros de actos con criterios distintivos: la emisión de palabras (actos de emisión); referir y predicar (actos proposicionales); y enunciar, preguntar, mandar, prometer, etc. (actos ilocucionarios). Sobre estos, algo muy interesante que expresa nuestro autor es la posibilidad de realizar los mismos actos preposicionales e ilocucionarios con emisiones diferentes. Esto significa que cuando tenemos dos proposiciones: ¨Lorenzo se fue¨ y ¨ ¿Lorenzo se fue?¨, aunque contienen las mismas palabras, difieren notablemente ya que en el primero el acto ilocucionario es enunciar y en el segundo es preguntar, lo que hace que los enunciados sean distintos. En otras palabras, entendemos que si dos actos ilocucionarios tienen la misma referencia (expresión que permite identificar y aislar un objeto) y la misma predicación (adscripción de una propiedad sobre el objeto), expresan la misma proposición, pero no necesariamente el mismo acto de habla. También sucede lo inverso, pues distintas emisiones pueden dar el mismo acto ilocucionario.
Una vez aclarado las distinciones señaladas, nuestro autor nos muestra una explicación sobre el acto perlocucionario el cual para Austin (citado por García Molina, 2014) ¨consiste en lograr ciertos efectos por el hecho de decir algo¨. Podemos considerarlo como las consecuencias que los actos ilocucionarios pueden tener sobre las acciones, creencias o pensamientos de nuestro interlocutor. Pese a que pueden ser vistos como dos caras de la misma moneda, es importante destacar que la correspondencia entre ambos no siempre es posible. Searle señala la errata de algunos lingüistas que osan de alegar que todo acto ilocucionario está destinado a producir un efecto perlocucionario y nos demuestra la falsedad de estas aseveraciones, ya que hay casos como el acto de prometer o el de saludar, en donde lo único posible es lograr que el interlocutor comprenda el acto ilocucionario realizado, sin alguna respuesta de su parte. El factor contexto contribuirá a dicha comprensión, como bien lo establece Van Dijk (1978) quien enarbola la función de los elementos tanto internos como externos al texto.
Para poder asimilar lo anterior, Searle nos explica la diferencia entre indicador preposicional y el indicador de la fuerza ilocucionaria. Según el referido lingüista, el primero tiene como dominio la estructura de la oración, mientras que el último determina como un enunciado sea tomado. La pragmática, que según Morris (citado por García Molina, 2014) se encarga del estudio de la relación de los signos con sus intérpretes, juega aquí un papel relevante. Además, el reconocimiento de esta relación entre los interlocutores, los cuales en teoría de la enunciación de Benavides son enunciador y enunciatario, nos revelan la subjetividad de la lengua y el rol significativo de ambos en la consumación del acto de habla. Es cierto que el enunciador es quien elige las palabras, analizando las estrategias que, ajustándose a las características situacionales y las de su interlocutor, permitan ser entendido. No obstante, también es cierto que, contrario a lo que muchos piensan, el enunciatario tiene un rol fundamental, puesto que mediante las pistas de su enunciador y sus propios razonamientos e inferencias, debe contribuir a la búsqueda del sentido. Esto los convierte a ambos en sujetos del discurso.
Comprender la subjetividad presente en la realización de un acto de habla, así como las circunstancias, tantos formales como informales, que tienen lugar en la enunciación es lo que nos permite establece la diferenciación entre denotación y connotación, es decir, entre significado literal, reglamentario y unívoco de las unidades emitidas y aquello que se entiende quiero decir, tomando en cuenta las condiciones contextuales de la emisión, su sentido, parte del cual, según García Molina (2014), es construido por el enunciatario. En ese tenor, es que más adelante Searle crítica severamente la falta de reconocimiento de algunos lingüistas sobre estas diferencias. Sus explicaciones constituyen una valoración al rol preponderante de la pragmática, y a la vez arrojan luces sobre el vasto campo en el que la semántica, como disciplina encargada del estudio del significado de los signos lingüísticos, debe sumergirse.
Por otro lado, un aspecto muy sobresaliente que toca el autor es el de la negación ilocucionaria y la negación proposicional. Las mismas establecen diferencias radicales entre actos de habla, pues en los enunciados ¨juro no cantar¨ y ¨no juro cantar ¨, aunque utilizan ambas la palabra jurar, es en la primera en donde se hace un juramento; la segunda es una enunciación que consiste en una negativa a hacer un juramento. Tal hecho demuestra que la realización de un acto particular no está determinado por la palabra utilizada.
Por otro lado, Searle, analiza la estructura de los actos ilocucionarios, afirmando que en ellos existen una gran cantidad de defectos y que para su realización exitosa debe cumplirse una serie de condiciones. Aunque se empeña en ofrecer una explicación general de los actos ilocucionarios, utiliza como modelo el acto de prometer. Es así como propone las condiciones que más adelante convierte en reglas, a saber: las preparatorias (autoridad sobre el oyente), la de sinceridad (que el hablante tenga la intención de que el acto se lleve a cabo) y la esencial (el hablante intenta que la emisión haga que el oyente lleve a cabo el acto.
Nuestro autor utiliza para su estudio un método inductivo. Esto lo podemos apreciar claramente en sus amplias reflexiones destinadas a la referencia y la predicación, en donde se cuida de ir desde lo más simple a lo más complejo y de los casos particulares a los más generales.
En ese orden, Searle reconoce la referencia como un acto de habla y como un componente importante para la caracterización del acto ilocucionario. En tal sentido, dedica gran parte de su exposición a aclarar las confusiones más reveladoras y complejas sobre la misma. Una de ellas es la falsa creencia de que toda expresión referencial en el discurso es una ocurrencia referencial. Con ejemplos simples logra demostrar lo contrario. Por ejemplo, en ¨Martha está de fiesta¨ y ¨Martha es un sustantivo¨, Martha, en la primera proposición cumple con la función de identificar a esa persona que está de fiesta (función referencial), en el segundo caso claramente no es así. Se trata de las mismas expresiones con funciones distintas que podemos notar gracias a la presencia de dispositivos convencionales.
Otro componente importante en el cual el lingüista se detiene es en la predicación, a la cual le niega cualidades referenciales, ya que las mismas adscriben propiedades de los objetos, no se refiere a ellos. Además, asegura que esta última no es un acto de habla, con lo que logra mantener así la separación entre referencia y predicación. Aunque a veces se muestra pesimista, defiende su postura con una genialidad sorprendente.
Observando las deficiencias de los enfoques clásicos, el autor ve necesario intentar proporcionar una teoría de los actos de habla para aplicarlos a problemas filosóficos contemporáneos. Su empeño por erradicar los errores cometidos le permiten descubrir una serie de hechos de los cuales podemos mencionar: a) que los enunciados descriptivos pueden derivar evaluativos, pues cuando afirmamos que un argumento es válido lo estamos evaluando y eso se sigue de enunciados descriptivos, pero no sucede lo inverso; b) que la emisión de una palabra tal no está relacionado con la realización de un determinado acto de habla; c) que si la expresión predicativa es falsa del objeto o si no existe el objeto, esta expresión es defectiva y d) que los nombres propios no refieren.
Pese a que en el libro ¨Actos de habla¨ de John Searle, aún se utiliza los términos en desuso de hablante y oyente para referirse a lo que actualmente son bien llamados enunciador y enunciatario. La minuciosidad con la que son analizados los problemas planteados y las soluciones encontradas por el autor, la convierten incuestionablemente en una de las obras de mayor trascendencia para los estudios lingüísticos.
Esta majestuosa producción, además de mostrar las meticulosidades que implican conocer el funcionamiento de una lengua y además de evidenciar el componente cognitivo que el carácter subjetivo de los actos de habla ponen de relieve, nos permiten no solo reflexionar profundamente sobre la ardua tarea que los lingüistas tienen sobre sí, sino que también nos revelan lo superficiales que son nuestros conocimientos sobre la lengua y específicamente de los actos de habla. Estos últimos continúan confundiéndose con modelos textuales o con las funciones de la lengua. Sucede que en ninguno de los casos se contempla que el decir implique también un hacer, como bien apunta Searle.
Resulta preocupante el hecho de que los desaciertos señalados continúan presentes en nuestras aulas, por lo que es prioritario que estos novedosos conocimientos sean extrapolados a dichos escenarios, pues si bien es cierto que el sujeto intuitivamente utiliza su lengua de forma correcta, no es menos cierto que si lo que se pretende es desarrollar una verdadera competencia comunicativa, deben proporcionarse los medios para que haya equilibrio entre el dominio de la práctica y el de la teoría. Es necesario importantizar e incorporar a los estudios de la lengua los componentes exteriores que influyen en ella. Esto se puede lograr utilizando fuentes actualizadas y estimulando actividades en donde los mismos enunciados sean emitidos bajo situaciones distintas, permitiendo esto reflexionar sobre el uso denotativo y connotativo de los enunciados. Solo de esta manera será posible formar sujetos conocedores verdaderos de su lengua y las convenciones culturales y sociales que inciden en ella.
REFERENCIA BIBLIOGRAFICA
García Molina, Bartolo. 2014. El discurso: categorías y estrategias. Surco, Santo Domingo
Van Dijk, Teun. 1978. La ciencia del texto. Paidós, Barcelona.
Searle, John Rogers.1986. Actos de habla. Catedra. Madrid.