Cosmolingüística y Faneroscopía

 Gerardo Roa Ogando 

Universidad Autónoma de Santo Domingo


Resultaría arriesgado referirse en términos categóricos al pensamiento de Charles Sanders Pierce, aunque haya transcurrido 104 años de su deceso. Se trata de un prolífico autor norteamericano de gran importancia para los estudios semióticos del presente. Sin embargo, la vida no le ofreció la oportunidad de publicar sus escritos.

Se sabe que era un consagrado investigador y efusivo amante del conocimiento. Sus serios problemas emocionales y económicos limitaron la calidad de su vida y la difusión de su pensamiento. En este breve escrito me referiré a dos conceptos de Pierce poco abordados en la semiótica posmoderna: la faneroscopía y el fanerón. Al mismo tiempo, muestra la vinculación con la transteoría del lenguaje o cosmolingüística.
Pierce define la primera noción como el estudio lógico del fanerón. A su vez, entiende fanerón como “la suma de todo lo que tenemos en la mente”. En otras palabras, es un método que atiende el estudio del pensamiento expresado a través de formas diversas de expresiones humanas.
Este aporte que hallamos en Pierce es de mucho interés en el contexto de las ciencias del lenguaje que proponemos; entendiendo este último ya no en términos neuroanatómicos, sino como “universo de universos comunicativos”.
Los universos comunicativos que resultan de la facultad únicamente humana del lenguaje constituyen el centro de interés de la semiótica compleja, a la que he denominado “cosmolingüística” en anteriores publicaciones. Por lo visto, la faneroscopía es el antecedente ideal para una teoría del lenguaje del tipo que propongo, sólo que habría que liberarla de las garras del cientifismo positivista.
Al asumir el fanerón –lenguaje– como totalidad de todo lo que tenemos en nuestra mente, se asume al propio tiempo la historia, la cultura, las etnias y todas las actividades intersubjetivas que diacrónicamente configuran la mente humana. Esto porque a la sazón no existe otro modo de estudiar los pensamientos que no sea a través del análisis profundo de sus diversas formas expresivas.
Por lo tanto, lo que el prestigioso pensador denomina faneroscopía corresponde, sensu stricto, al estudio multicultural de los lenguajes de la cultura humana (signos): lenguas, prosemia, señas, arquitectura, escultura, pictóricas, música, danza, poética, hablares, teatro, cine, ritos mitológicos, folclor, tradiciones, etcétera.
Debido a la sólida formación en filosofía, lógica y matemática de Pierce, son comprensibles las razones por las que decantó por el estudio en sí mismo de los signos –finis operationis inmanentis– a partir de su famosa triada: representamen-objeto-interpretante. Para este autor un signo es algo que está en lugar de otra cosa con sentido para alguien.
Por ejemplo, se supone que si a la distancia se alcanza a ver humo, tal representamen indicaría la existencia de un objeto (fuego) que a la vez tendría sentido para quienes perciban el humo. No obstante, no todo humo es necesariamente señal de fuego, por lo que resulta conveniente evaluar cada fenómeno de acuerdo a su contexto inmediato, en lugar de a partir de una ecuación de este tipo.
Es evidente que la mostración es el procedimiento idóneo para el estudio significativo y significante de los lenguajes. La demostración sigue siendo un procedimiento propio de las ciencias matemáticas. Los estudios lógicos de aspectos del lenguaje son conocidos desde el estructuralismo ruso, checo, danés, norteamericano, etcétera. Pero estos no han logrado mucho más que legitimar su validez renunciando al fanerón de Pierce.
Habría que seguir hurgando en las obras de este autor, antes de hacer cualquier otra afirmación. Mientras tanto, resta enfatizar la pertinencia de los enfoques transteóricos –cosmolingüísticos– para las ciencias del lenguaje. Dada la naturaleza heteróclita de todas las expresiones del pensamiento que la historia va alojando poco a poco en la mente, los procedimientos transteóricos y variados resultan de mayor conveniencia epistémica.
Por ello, el pragmaticismo a partir del cual Pierce formula su teoría sobre la faneroscopía y el fanerón –al menos en el artículo al cual me refiero–  debe ser replanteado en función de la multimodalidad textual que caracteriza la producción y la difusión de informaciones en el presente. Volveré sobre este tema, en una próxima publicación (Véase: Fin de “la base del pragmaticismo en la faneroscopia”, C. S. Peirce (1905). Traducción castellana de Sandra Ollo. Fuente textual en CP 1. 317-21 4: 235-63).